domingo, 5 de enero de 2014

No tengo título para esta historia...

                           

Ilka finalmente cambió la sombrilla roja por una negra, el cabello rojo por uno oscuro, el vestido colegial por un rojo elegante. Está de luto. Otto murió al abandonar toda esperanza de quererla. 
Baja lentamente las escaleras del edificio con su acostumbrado acompañante gatuno. Ya es hora de despedirse y... Soltar.

Se acerca a la playa con lo pies descalzos, con la arena picándole los pies, lastimándose con los guijarros semienterrados que dejó la tormenta de la noche anterior. Lentamente metó sus pies al agua salada, era como si el mar lavara su pena. Miro a los ojos de su gato quien la miraba extrañado de su tristeza. "No me mires así, sabes que a él no le gusta la luna" le dijo, para justificar por primera vez su locura.

El viento matinal anuncia el amanecer, pronto saldrá el sol. Soltó su cabello al viento y al primer rayo de sol comenzó a entregar las sombrillas que Otto le regaló. Una por una se fueron, Ilka no paraba de llorar, tenía un mar tan inmenso en su alma que pudo fácilmente convertirse en otro. Luego caminó hacia la profundidad, debía morir con su dolor como debió ser a la luz del sol, sin luna que admirar, con la cara mirando al cielo y desapareciendo en el azul.