jueves, 1 de diciembre de 2011

Viejo amor




Entre la niebla y el frío se encontraba meditando el viejo escritor, nada lo sacaba de su mar de pensamientos. Ahogaba sus recuerdos en el revolcadero de la soledad. No parecía haber cambiado sus amaneceres, más bien parecían haberse convertido en rutina convirtiendo sus ojos en pálidos cristales de botella.
Es que ya no le escribe y suena su corazón como una armónica triste.

-!Susana! ¿Dónde estás? ¿Por qué me dejaste? Te convertiste en mi canción más triste, en mi playa oscura. ¿Hacia dónde caminarán mis pasos ahora que no estás? ¡Oh! Si la espuma de tu cabello hubiese seguido en mi almohada. Caminaré por la bahía para recordar cada instante que viviste en mi alma. Pero ¡qué soledad tan maja se pasea por mi penumbra! Oigo el sonido del mar que se burla de mis años sin tu vida, tan eterno como tus ojos grises.

martes, 29 de noviembre de 2011

Cabellos de ángel





Algunas veces los hombres se obsesionan de forma enferma con una mujer que los desprecia y desde luego despreciar a la mujer que los ama. Eh aquí la historia del amigo de una amiga, al cual, casi golpeo para ver si le hacían un poco de sinapsis las dos neuronas que tiene. La trágica historia a continuación.

El Grifo adoraba a Cabellos de Ángel en el más íntimo de los secretos. La infancia tardía les concedió el deseo de ser amigos mas nunca el de amantes. Por cuestiones del destino Cabellos de Ángel tuvo que vivir en otras tierras, así que el amor del Grifo quedó en puntos suspensivos. El tiempo pasó y llevó al Grifo hasta el reino de Cabellos de Ángel en una visita común.

La familia de Cabellos de Ángel y Grifo salieron a descubrir los alrededores, caminaron entre exóticos animales, hicieron un viaje en tren, se subieron a unos extraños carruajes y por supuesto el paseo por el lago con cascada. Ese día Grifo supo que estaba tan enfermamente enamorado que desde entonces sus intentos por olvidarla son en vano.

Platicaba yo con él en alguna ocasión y me contaba que se había enamorado de nuevo y que había alguien que le movía el tapete, pero más tardé en hacer un comentario de que Cabellos de Ángel había estado en el hospital qué él ya había movilizado a la familia para que pudieran ponerse en contacto con ella. Nuevamente se volvió débil ante los encantos de aquella "Veela", con su cara en pleno trance sólo pudo decir "¡Ah! mi niña". Y la niña lo sigue despreciando.



jueves, 17 de noviembre de 2011

Ave






Sintiendo lo que siento te encuentro como un ave que migra hacia el sur,
mi lago ahora se encuentra en calma, listo para recibir el frío de la distancia,
la lejanía del verano en que te paseabas por mis aguas enturbiándolas de un movimiento franco y continuo.
Si pudiera me evaporaría, para viajar como una nube
y poder estar donde tú estés.
Mas será imposible cambiar mi naturaleza,
¿en dónde quedó el río que corría libre?
Ahora le toca esperar y se muere de frío
porque al volar dejaste una caricia insuficiente para mantener el agua tibia.
¿A dónde va el ave de mi paraíso?
¿y qué paraíso le brinda más amor?


miércoles, 19 de octubre de 2011

Llamadas



Ceci sale todos los días a la misma hora y lleva el mismo peinado desde hace 10 años corto, ha variado algunas veces el color: café, negro, mechas rojas... La recuerdo siempre sonriendo y con su celular en mano, algunas veces marcando, otras ya hablando.


De lunes a viernes hace llamadas, llamadas que me intrigan ¿por qué la hacen tan feliz? Busca sentarse bajo el árbol del vecino, sentarse en la banqueta o ir a la calle donde no hay puertas. ¿Con quién hablará? ¿quién le llama a diario para colocarle una sonrisa en el rostro ¿De qué hablará? porque su media hora de descanso la dedica a hablar con ese alguien.


Las llamadas parecen interminables al igual su felicidad, levanta la bocina para escuchar una voz que le resucita el alma todos los días a la misma hora.

martes, 18 de octubre de 2011

Con alma de Juan Salvador Gaviota

Quiero volar...



Quiero volar en los cielos más altos, caer en picada y que el mar refresque mis ojos del llanto.
Quiero volar y sentir en el rostro la frescura del aire y su sal.
Quiero rozar el mar con mis alas, ver el atardecer dorado reflejado en el agua.
Tengo el alma a punto del vuelo, sintiendo la adrenalina que fluye por mis venas,
por mis pulmones, que me ensordece el oído para escuchar las olas estrellar, sentir la dirección del viento, para disfrutar esa primer gran picada.
Quiero volar aunque se corten mis alas,
quiero volar y sentir la libertad.
Quiero volar en el murmullo del viento, en el silencio del sol, en el vaivén de la arena,
en las caricias de la espuma flotar
y sentarme a tu lado y tus labios quemados poder besar.
Quiero volar y ver el mundo desde arriba,
descender y bailar con la brisa del mar.
¡Quiero volar!

jueves, 6 de octubre de 2011

El primer beso


Él era regordete, poseía un acento norteño que hacía parecer las "ch" como "sh", en lugar de expresar el famoso "¡qué padre!" solía decir "¡qué suave!" y llamaba soda al refresco. Su voz era tenue y ronca, sus ojos de color avellana, me gustaba verlos, tenían un leve reflejo de luz que se mezclaba con un tono aceitunado. Aquel niño poseía cierto encanto y era un tanto "pachorrudo" al moverse, ahora que se acercaba a la preadolescencia podía dejar salir el encanto masculino que algún día poseería.

Pocos años después lo volví a ver, tal cual pensé, un chico regordete, sin duda más alto y con su mismo color de ojos, lo recuerdo reír, su tono seguía siendo suave, azul, así era él.

¿Por qué me gustaba? No lo sé, simple y sencillamente era encantador, me ponía roja como con nadie me ha sucedido, sentía arder mis mejillas cuando por un segundo me miraba, si preguntaba algo yo tontamente debía decir "¿Qué?", lo que me daba aún más pena. Solía pasar por su casa, pensar en su voz y en las veces en que tocaba la guitarra, también tocaba la batería, tal vez, pero tal vez si hubiese sido valiente le habría pedido que me enseñara a tocar.

Nunca nada más sucedió, ahora, lo llevo en mi mente como un recuerdo en la sala de su casa y debajo de la escalera. Ha pasado ya mucho tiempo.

Pero nada, NADA en este mundo se va a comparar como el recuerdo de su beso efímero en la punta de mi nariz años atrás cuando eramos niños. Era la puesta de sol, se veía rojo y oscuro, como una película escalofriante, sus padres estaban listos para cerrar el camión de la mudanza. Todos se despedían, se daban abrazos y se deseaban suerte, a él algo le urgía que le escucharan los adultos, gritó: ¡¿Me puedo despedir de Anita?! El silencio fue hasta cierto punto desconcertante, puesto que era una despedida, su padre le dijo: Bueno pero pronto que ya nos vamos. Y fue cuando sucedió, dió un paso al frente y se acercó y me tronó el beso.

Ese fue el primer beso que me dió un chico, puedo decir que el más celebrado, pues los adultos se quedaron tan sorprendidos como yo, sólo que ellos hicieron mucho alboroto para celebrar que a su hijo le gustaban las niñas y que era todo un cazanova. Nadie, me ha vuelto a besar la punta de la nariz y no creo que nadie lo haga porque fue el beso más espontáneo que se haya podido dar y del que jamás me olvidaré.