martes, 20 de septiembre de 2011

Bajo el nogal

Aquella música suave y rítmica me hizo recordar el viejo nogal de alguna casa en la que viví, no tengo idea de por qué lo recuerdo si en realidad me molestaba mucho. El nogal cada mañana lanzaba un bombardeo de nueces que tronaban en el techo ruidoso, yo despertaba de mal humor, más aún cuando la temperatura de la noche había bajado a 30ºC y mi hermana y yo debíamos pasar la noche sin el aire acondicionado, sin contar con el vecino taxista, quien decidía tomar el turno de la noche, para no dormirse lavaba su coche guinda y se escuchaba sin parar la canción de banda "Los calzones de bolitas".

El mal humor provocado por una mala noche nos hacía renegar para ir a la escuela, incluso para bañarnos, el agua salía caliente sin necesidad de un calentador, ni el desayuno era bueno, sabía rancio y se sentía nuevamente el calor infernal de la cocina cuando mi madre calentaba las tortillas o cocinaba el huevo. Intentábamos sentarnos en la mesa pero era insoportable, comenzábamos a sudar así que, dando un mal ejemplo, tomaba el plato y corría a la sala, estaba más fresco ahí, jamás noté la razón hasta ahora, el nogal, era gracias a la sombra del árbol escandaloso.

Pero nada de lo vivido bajo la casa que cubría semejante árbol era peor que la bofetada de calor que asfixiaba al salir de casa. Ahora sé cómo sería morir ahogado, por que el aire con semejante temperatura se filtra por los pulmones haciendo pesada la respiración.

El nogal hacía un pequeño oasis en medio de todo aquel pueblo desolado, hasta ese punto el agua congelada de la cantimplora comenzaba a gotear, estaría en su punto cuando fuera el receso. Pero el agua se terminaba pronto, no era suficiente, y estar bajo el pequeño oasis del nogal sería la gloria, fantaseaba con un poco de sombra fesca y húmeda a estar recibiendo calor licuado del ventilador del aula.

Ya en la salida, esperaba mamá en un Buick viejo que parecía una "panga" con la que los pescadores de calamar hacían su trabajo. Aunque no renegabamos, nos daba sombra y tenía aire acondicionado, eran 15 minutos de calor mezclado con un poco de viento artificial, al llegar, una sombra familiar nos salvaba de esperar 2 minutos en el sol. Por fín volvía la electricidad, mamá dejaba encendido el aire antes de salir para que al llegar estuviera fresco. Aquí el arbolito perdía importancia porque las dos niñas corríamos a quitarnos el uniforme y recibir en la piel sudada de la espalda la corriente del aire acondicionado.

Al bajar el sol, la tarde refrescaba un poco, no mucho, pero sí era notable la diferencia. En aquel entonces estrenaba cuerpo de adolescente, solía salir al oasis para refrescar la presencia de mis padres en silencio. Me gustaba regar el gran nogal y las plantas que crecían a su alrededor, lo odiaba y lo amaba, me daba sombra, protección y era el peor despertador matutino, sin embargo cada tarde me regalaba el mar y la quietud del cielo. Nada era mejor que sentarme en la silla de playa, bajo su sombra y poder ver más allá de la aridez y el calor del pueblo en medio del desierto.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Azul Turquesa

Caminaba lentamente sobre la playa al medio día, cuando el sol quema inténsamente los sentidos, cuando la piel se enrojece y el sudor viaja rápidamente por el cuello, su pecho morfológicamente femenino, su abdomen descubierto y se pierde en la pieza azul que cubre sus caderas. Se sumergen sus ojos avellana en el agua, su razón en la sensación dejada por la espuma de cada ola y su cabello castaño volando en el viento. Su corazón late rápidamente y deja ver en su dorso un suspiro, un suspiro de esos que te regresan la vida, el alma.

Como si el agua salda fuese imán y esas olas fuesen brazos, la jalan hacia la profundidad del mar, la reclama suya y entera, la besa y la acaricia de pies a cabeza, le eriza la piel con corrientes tibias y heladas y la regresa con suavidad a la orilla, se le pega la arena en la piel y su sabor salado. Ahora ella sonríe, le devolvieron su alma y es que la arena y el mar lavan las penas. El cielo cambia, el color del agua cambia, combinan con su alma que es azul turquesa.