viernes, 26 de marzo de 2010

Transparente




Transparente, eso es lo que veo en tus ojos:
transparencia.
Del color del cristal,
y de todos los colores que se aprecian a tu alrededor.
Refractas luz y sombra,
un juego de formas naturales.
Transparente en tu andar,
claro en tus labios,
en tus sonidos agudos,
en tu frescura incolora,
al besar tu fría embocadura que vierte mil sabores.
Entre mis manos el vidrio,
el contenedor de colores líquidos
y sabores que encuentro al fondo de un trago.
Transparente, para poder ver después de la última gota.
Transparencia fría y fresca.

lunes, 22 de marzo de 2010

Llamada telefónica.





--¡¡Ring!!... ¡¡Ring!! ¡¡Ri...!!

- Bueno.

- ¡Ah! ¡ Hola! me da mucho gusto escucharte, sabes últimamente he pensado mucho en el mar.

-No, lo sé, por lo general pienso en la montaña, pero algo me llama, sé que está ahí, en el mar.

-Ya sé que para ti estoy loca. Pero qué quieres ahí te conocí.

-Sí, lo recuerdo todo.

- Creo que voy a ir, necesito meditarlo todo.

-Sí, tooooodo.

-Ya veré como me las arreglo, sabes que eso no es problema para mi.

-¿Por qué?

- ¿aún me lo preguntas?

- ¿ es que, acaso no es obvio?

-Pensé que lo era.

-¿Será que que te extraño?.

-Bueno no sé si de verdad te extraño a ti o a mi cuando estaba contigo.

- Pensaba necesitarte a cada instante, hasta que llegué a necesitar más arrancarte de mi.

-Así es, sabías que te lo diría si volvías a llamar.

-No.

-Tuve que ser egoísta.

-Por eso debo ir al mar.

-Lo sé, así podré regresarle lo que me prestó.

-Definitivo, no hay vuelta atrás.

-Sí, adiós.

--"clic" tu... tu... tu... tuuuuuuuu..... "clic"

sábado, 13 de marzo de 2010

Amanecer.





Para amanecer entre tus brazos
sólo hizo falta un par de palabras.
Te llevé allá por la madrugada
a fatigarte hasta el placer.
Y loca y sin sentido
me entregué a las miradas de tus ojos que me desnudan
y con tus manos mi piernas labras
en suaves roces que me hacen humedecer.

Me estremece tocarte,
me enloquece besarte,
y me respondes con un beso en la espalda.
alucinante,
divino,
apasionante hasta no poder gritar más
y guardar el silencio,
como un secreto entre tu y yo.

Sé que me miras
como si fuera angelical
entre tus manos de fuego.
Me posees con tus deseos de hombre,
incesante, determinado,
mientras que yo...
yo me dejo hacer tuya.

Deliveradamente te provoco,
para que me adules,
para que me beses,
para volverte entre mis piernas loco
y me llames "deliciosa".
Para que al anochecer
me duerma arrullada entre tus brazos,
al amanecer,
me despiertes con tu sensual beso protector.
Para que estemos abrazados
después habernos amado.


jueves, 11 de marzo de 2010

Instrucciones para lanzar una botella en el mar...




Algunas veces la razón nos lleva al desvarío, y se nos ocurre que queremos hacer algo diferente para sentirnos especiales. Algunas veces la vida nos lleva ser tan románticos que hacemos nuestras las antiguas prácticas de la comunicación. Si en algún momento usted se siente con ganas de hacer algo "original", o si necesita liberar su locura temporalmente, intente por ejemplo lanzar una botella al mar con un mensaje, tal vez alguien pueda encontrar su embotellado y en desuso mensaje, y, quién sabe, hasta responderle. Si es tal su deseo entonces puede seguir las arcaicas instrucciones siguientes:

INSTRUCTIVO PARA LANZAR UNA BOTELLA AL MAR.


  1. Consiga una botella llena de ron o vino (de preferencia ron, si no, cualquier licor que desee o sea de su mayor agrado: vino blanco, tinto, coñac, ron, tequila, grapa, charanda, mezcal... ), siempre y cuando el cristal sea transparente o si tiene color que sea muy claro, por lo general las preferidas son las botellas transparentes o de color verde.
  2. Encuentre un corcho que ajuste a la boca de la botella y que selle bien, algunas ya lo traen incluido. Esto servirá para que su mensaje no se humedezca tan fácilmente, recuerde que viajará por agua y esta es muy muy versátil, entra por casi cualquier cosa.
  3. Tenga a la mano hojas de papel, pergamino, servilletas, papel reciclado, cartón o cuero, también lápiz, lapicero, pluma y tinta, plumones, crayones, o con lo que le guste escribir y del color que prefiera. También un poco de mecate o algún cordón para amarrar el mensaje final y pueda caber por el cuello de la botella.
  4. Todas las actividades a partir de ahora deberán tener lugar en algún sitio cerca del mar, ya sea un muelle un bote, todavía un río vale. Nunca lo arroje a un lago, laguna o presa dado que casi no hay corriente y además no le daría un margen más amplio para que su botella sea encontrada.
  5. Beba por completo el licor de la botella en que enviará el mensaje. Esto ayudará a que se embriague, recuerde que la cosa es a la antigua, y los marinos y piratas, solían beber este líquido tan preciado antes de enviar un mensaje. Además le liberará de prejuicio y su espléndida mente quedará inspirada. Procure no quedarse dormido ni llegar a una intoxicación alcohólica, beba despacio, sin prisa pero hasta la última gota.
  6. Una vez que usted esté borracho, puede ahora escribir su mensaje, escriba lo que se le ocurra, puede ser cualquier cosa: un saludo, una carta, un pensamiento, una reflexión si es que puede, un mensaje de rescate, un chiste o anécdota. Recuerde, si quiere una respuesta, ponga su nombre y de dónde proviene o dónde piensa encontrar este mensaje o especifique si quiere una respuesta de que ha sido encontrado su mensaje.
  7. Ya escrito su mensaje haga rollo el papel y átelo con el cordón para que sea delgado y pueda ser metido y sacado con facilidad de la botella.
  8. Selle la botella con el corcho una vez que el mensaje se encuentre adentro.
  9. A la hora de arrojar la botella, tenga la precaución de que no caiga sobre rocas o de que la gente no lo acuse de contaminar el cuerpo acuático sobre el que se lanzará la botella.
  10. Una vez lanzado el mensaje, mírelo alejarse por unos instantes, despídase, o ruegue porque pronto la corriente lo lleve a quien sea la persona indicada para leerlo. Y retírese, no espere a que desaparezca, el agua y la corriente deben trabajar y lo harán a su tiempo.
  11. Espere un poco de tiempo, puede ser unos días, o unos meses o unos años, nunca se sabe realmente cuándo será encontrado su mensaje. Sin embargo regrese cada vez que pueda al mismo lugar dónde lo encontró, en realidad nunca se sabe si encontrará la respuesta en otra botella o quizá encuentre el mensaje de alguien más que quiere que le respondan.
Sí. suena un tanto escandalosa esta última parte, pero es parte de la experiencia, recuerde que en los tiempos de antes, no se sabía si se iba a responder o no, para todo el caso es por eso es que el ron es el indicado para seguir esta labor tan creativa, el ron acompañaba en los tiempos de soledad y en la espera de cualquier respuesta o rescate.

ATENCIÓN: Si la vida lo lleva a la necesidad de soltar su locura, por favor, siga las instrucciones y lance una botella en el mar.






jueves, 4 de marzo de 2010

La sombrilla roja




Se dedicaba a vagar por la playa y por el pueblo, nada hacía realmente, excepto llegar cada atardecer y colgar su sombrilla roja en la entrada de su casa, salía con ella a diario, a veces por si hacía sol, otras por si llovía o por la simple costumbre de llevarla consigo a donde quiera que fuera. Álvaro había entrado en una edad donde su espalda se encorvaba y su cabeza palidecía por los años entre canas y la calva que le heredó a su padre. Vivía solo en ese casucho de piedra y con un montón de objetos empolvados que indicaban que alguien alguna vez le dio vida a ese lugar tan acabado. Algunas veces él mismo veía que la fachada daba la impresión de que en cualquier momento se derrumbaría. Tal vez, algún día, durante la noche se le caería la casa encima.

A pesar de pensarlo, tampoco le importaba mucho; morir sin duda bajo los escombros del lugar que le ha albergado durante tanto tiempo no le aterraba. Y ¿Cómo aterrarse de que una casa le cayera encima, cuando su infierno lo vivía en carne propia desde hacía muchos años atrás? Álvaro ya estaba muerto, caminaba una condenada soledad por su propia culpa y ahora no tenía más que una casa vieja y una sombrilla roja. Pasando los días en silencio, sin una persona que le llame, le visite o le escriba, de puro milagro sobrevive. No se sabe qué espera, qué desea, que hace, con quién se emparenta.... nada.

Allá a lo lejos en medio de las calles de la colina se ve su hogar roto, abandonado, descuidado, muerto como él, sin más vida que el color que irradia su sombrilla colgada en la pared de la entrada, se le ve al viejo colgarla y entrar en su refugio a esperar que un día se derrumben las paredes y le salven de la agonía para morir en el encanto y abandonar su desencanto de vida, su propio abandono y descuido, su intenso orgullo por la vida de ermitaño. Camina el viejo con su sombrilla roja, que usa a veces de bastón y desaparece por las calles en su rutinaria y obsesiva caminata, se le ve regresar al atardecer y esperar una vez más el infierno de despertar con vida.

lunes, 1 de marzo de 2010

¡Abuelo! Cuéntame una historia




Si tuviera un abuelo así le diría:

Abuelo cuéntame una historia, sentémonos en el sofá.
Me acurrucaría entre su piernas un tanto débiles y le escucharía con atención.
Su paciencia y amabilidad harían volar mi imaginación hasta el confín del universo.

Si tuviera un abuelo así:

Le buscaría la mirada detrás de sus anteojos con dibujitos de crayón.
Le pediría me enseñe los tesoros del viejo baúl,
Y luego, le invitaría a buscar hadas en el jardín.

Si tuviera un abuelo que contase historias y pudiese contagiarle mi alegría,
sería una niña eternamente, me ayudaría a vivir pacientemente con mis padres.
Y cazaríamos nubes y buscaríamos el oro al final del arco iris.

Si tuviera un abuelo así... que riera con simpatía, y me mirara orgulloso y curioso ante mis gracias de niña y princesa.

Le llamaría abuelo, así tal cual, ni diminutivo ni aumentativo. Por la casa se escucharía mi voz llamándole para ir a pasear al parque. Y si él sonriera en cada instante a pesar de las grietas en su piel. Le llamaría entonces así ¡ABUELO!

A veces me llevaría al mar para recolectar conchas y estrellas en la playa. Con el refugio de sus manos acabadas y su bastón en guardia a cada instante caminar descalza por la arena. Sentir el sol en la piel, lisa la mía, arrugada la de él.

Si tuviera un abuelo así, le diría entonces... ¡Abuelo! cuéntame una historia!