sábado, 23 de octubre de 2010

Salto al vacío.



Sus pies al borde del precipicio, la tormenta se aproximaba en ráfagas de viento heladas y grandes gotas de lluvia. En plena oscuridad y sin saber hasta dónde tocaría fondo. Los nervios le hacían sudar, su corazón latía tan rápido como un tambor en plena guerra que prácticamente era imposible escuchar los truenos que caían esa noche. Llegó temprano, y esperó a que su momento llegara. Debía darse prisa o las bestias del pasado le alcanzarían y le destrozarían el corazón. Saltaría al vacío en plena oscuridad para poder ser libre, lo demás, ya no importaría.

Estiró los brazos, levantó la cabeza para mojarse la cara con la lluvia y tomó un trago profundo de aire. Se paró sobre las puntas, lista...


-¡Ilka! estás loca.
- Ya me lo han dicho.
- No saltes.
- ¡Debo hacerlo.... quiero hacerlo!
- Estás temblando
- Sí, es que tengo mucho miedo.
- Entonces no lo hagas.
- Eso no es posible Otto.
- Pero estás aterrada.
- Es la única forma de ser libre.
- Mejor vámonos, aun queda tiempo, las bestias no aparecerán todavía.
- ¡NO! si me voy tendré que huir de las bestias de mi pasado toda la vida. Saltaré.
- No sabes lo que hay allá abajo, es peligroso, ¡podrías morir o salir herida!
- Tomaré el riesgo, ya no tengo nada que perder.

Se lanzó al vacío en plena oscuridad, Otto no podía creerlo, un gruñido extraño le hizo voltear, las bestias del pasado le rodeaban ahora, no había retorno, o saltaba junto con Ilka o moriría con el corazón destrozado. En ese momento comprendió a Ilka, tenía razón, no sabría si abajo le esperaría la muerte o no, pero cualquier cosa que viniera después era mucho mejor que morir en garras del pasado.

Otto también saltó, justo cuando unos dientes filosos se clavarían en la pierna. Justo en ese instante sintió una fresca y húmeda brisa en el rostro, sin nada que le contuviera la caída al vacío. Sintió aquella libertad de la que hablaba Ilka, ya no más miedo, el terror se había disipado, los miedos y prejuicios de la vida, no pensaba nada, sólo vivía el momento, era feliz en esos instantes; en cualquier momento la encontraría. Un sordo golpe quebró los huesos de Otto, cayó justo ahí a lado de Ilka quien tenía los ojos abiertos y respiraba con trabajo, el golpe le había hecho estallar las víceras y sangraba de la cabeza, ya no podía moverse. Él lo intentó y se lo impidió un agudo dolor generalizado, inmóvil le costaba mucho moverse siquiera un poco.

- Te estaba esperando.
- Tenías razón, es la libertad, no siento el cuerpo, pero no tengo más que temer.
- Ya no podrá alcanzarlos el pasado.
- Lo que nos aguarde lo podré sobrellevar. No había mucho tiempo para pensar allá arriba.
- Me alegra que estés conmigo.
- A mi también, no te habría dejado sola. Por eso quería que regresaras.
- Lo sé, no podía entregar mi corazón al pasado me hacía sufrir.


Ella sonrió con la más gentil de las sonrisas y lo miró a los ojos, Otto le respondió. Ambos como pudieron y a pesar del dolor que les provocó la colisión, se tocaron un poco las manos, como una diminuta y extraordinaria conexión. Poco a poco la lluvia lavaba la sangre derramada y el viento gélido les cerraba los párpados. Qué importaba si morían en ese momento, lo arriesgaron todo para salvar el corazón de la bestia mortal de las heridas pasadas. El sabor de esa libertad fue incomparable a todo.

Por la mañana se encontraron dos cuerpo húmedos que yacían rotos y sonrientes. Decidieron morir juntos después de vivir en el vacío sin la atadura, corazones intactos que ya no tenían pesar.

lunes, 18 de octubre de 2010

Querido tío Ale:




¿Sabes? de tu visita me quedé pensando, y fue hasta ahora que he reflexionado todo lo hablado y compartido, que he decidido dedicarte este post. Yo hice el comentario de que tal vez lo que necesitabas era un cambio de actitud, "¿cuál? ¿cómo?", preguntaste tú. Bien, en ese momento no habría podido dar una respuesta, y tal vez ahora menos, ya que no te conozco del todo y tampoco eres mi paciente. Sin embargo, lo que yo dije y lo que tu dijiste y lo que todos dijimos en unas cuantas horas me hizo pensar, pensar y pensar en por qué demonios a esta familia va tan mal en el amor.

Hoy después de mi hora reflexiva de la semana, llegue a la fabulosa conclusión de que esta familia nació con un defecto en el corazón. ¡Sí! tal como lo oyes, un defecto en el corazón. Fue un momento de acibaradas confrontaciones las que me llevaron a la subsecuente información: Tenemos una fuga en el corazón, irreparable y que se desborda. En consecuencia, en conciencia y esencia lo sabemos. Quizá, lo peor de todo, es que es un mal irreparable, la llave que deja fluir el amor que llevamos dentro abre pero no cierra, corremos aún más el riesgo porque somos una familia que va por la vida con la llave pegada al cerrojo de la puerta del corazón. Es una cualidad o defecto de nacimiento y herencia que nos pone en riesgo.

No hay cura ni hechizo que lo deshaga. Te preguntarás ¿cómo hacer entonces? ¿morir desangrando amor? ... No... la única forma es poder depositar todo eso que se nos escapa de las manos en un otro que esté dispuesto a recibirlo sin condición, un otro al que nunca le parezca ni poco ni demasiado, que no nos haga sentir vacíos, ni colmados. Que esté dispuesto a llenar lo que ha vaciado y sobre todo a quitar esa llave que llevamos ahí pegada, de devolverla a nuestras manos como señal de que sabe cuidar lo más preciado para nosotros, que está dispuesto a esperar a que tu le abras y no que la abra cada que se le antoje. Si puedes apreciar lo sutil, posiblemente esta es la actitud a la que debemos encaminarnos. ¿Tú qué opinas?


Atentamente

Tu sobrina que no es normal.

viernes, 1 de octubre de 2010

Fetiche


A solas y escondida en la espesura, se enamoraba de su fetiche. Zapatitos rojo escarlata brillando en el uinhumo grisaseo del bosque resaltando entre su piel de luna blanca.

Los robó de la zapatería,nadie se dio cuenta que salió de puntitas por la puerta principal y al llegar a la esquina, pegó carrera hacia su refugio natural.

Como si no se hubiese agitado, se sentó en calma, desnudó sus huesudos pies de porcelana y se vistió con ellos lentamente. El roce de su piel y la piel del zapatito le exitaba, se sonrojaban sus mejillas mientras la orgásmica sensación le llevaba al éxtasis más apasionado. No se contenía, jadeaba placenteramente, entregada sin condición a su fetiche.

Fiel amante de sus zapatos rojos, al terminar se quedó junto a ellos, abrazándolos a sus tobillos con la correa, descansaba y les miraba tiernamente hasta que por fin anocheciera.