lunes, 26 de abril de 2010

Somos mares.

"Como un mar eterno quiero ser yo libre amor para que cuando cante llegar a tu corazón, para que cuando estés solo poder oírme como si se tratara de sirena..." (Hanna)
Otto le preguntaba a Ilka, ¿por qué lloramos? Ilka lo miraba con gran asombro, y le decía: porque somos mares. No era la primera vez que le hacía esa extraña y simple pregunta, pero a Otto le gustaba escuchar a Ilka recitar aquellos versos que le dedicaba al mar y a las lágrimas. Ilka cerraba los ojos gatunos detrás de las gafas y echaba atrás sus cabellos rojos hablando con una voz muy seria: Lloramos porque somos mares, lloramos porque llevamos al océano entre las pestañas. Porque somos diferentes y sabemos hacer agua de mar. Inventamos el llanto para acompañarnos del mar, lloramos en noches de luna y estrellas, vemos pasar las nubes y sentir el viento antes de la lluvia, que también son lágrimas verdemar. Lloramos porque somos mares, mares inmensos, ricos, líquidos, hermosos, pasionales, tormentosos, transparentes y azules. Sabemos hacer agua de mar. Lloramos porque somos mares y el mar necesita crecer. Lloramos porque somos mares y del mar todos venimos a nacer. Lloramos agua con sal, con oleaje sensual, murmullo de espuma fresca para abrazar una boca pasional. Lloramos porque somos agua, con intensidad de tormenta, sentimiento y belleza. Somos Mares. Entonces lloraré. - Sí Otto, debes llorar. Ilka abrió los ojos y dejó escapar una lágrima que corrió por su mejilla y se detuvo en una pequeña red de cabellos rojos que quedaban en su cara. -Ilka, eres el mar más revoltoso y azul que he conocido. Y con sus labios Otto bebió la gota de agua salada que los cabellos de Ilka habían pescado cerca de su mejilla.

sábado, 17 de abril de 2010

Una charla en el café


...gente en los parques, gente en los libros,
gente esperando en los bancos de todas las plazas... pero que sola está. (P.G)




Hace algunos días, me descubrí nuevamente sola en el café, y mirando hacia la ventana mientras veía pasar los autos que se detenían justo afuera del café para respetar la señal roja del semáforo, pensaba que ya tenía un buen tiempo sin disfrutar de una buena charla entre un buen amigo y yo. Ya saben, de aquellas charlas filosóficas y medio marihuanas que uno se suele aventar mientras filosofa sobre la vida y un compañero le escucha y luego hace comentarios para enseguida invertir el rol.

¿Saben? realmente extraño esas charlas en el café, es una forma de darle provecho al propio pensamiento, uno no piensa solo para pensar, sino para darle un uso, sacar provecho de ello. Sin embargo alguien debe escucharnos primero. Vamos, hasta el mismisimo San Freud tenía quien le escuchara su teoría loca acerca del inconsciente, recibía además retroalimentación. Extraño esa calidez de un amigo que esté ahí para hacer bromas o para sacar sus penas, reflexionar sus actos o confiarte sus planes, compartir un café o té (whatever), una simple distracción que podía tornar en horas de risa incontenible y contagiosa y al final no saber por qué inició todo.

Los coches seguían pasando, me despertó un escandaloso clacson, regresé entonces a la fría realidad de no tener una persona en la silla de enfrente. Recordé todas aquellas ocasiones tan lindas preguntándome ¿cómo es que ahora no hay nadie esperando conmigo su café? Me pregunté como sería tener un amigo como esos viejitos que se van al parque a jugar ajedrés, mientras juegan toman el té y discuten si hizo trampa el otro, recuerdan en qué año sucedió tal o cual cosa y al día siguiente siguen como si nada, simple y sencillamente se saludan diciendo -¡Bartolo, amigo, buenos días! -¡Compadre, ¿qué tal amaneció?

¿Acaso no es lindo?

Yo creo que es más provechoso y delicioso cuando se charla y se piden dos cafés. Tal vez pasé ya mucho tiempo sola, no me di cuenta que en algún momento ya no había nadie.

sábado, 10 de abril de 2010

La inocente

"Me quedé sin respiración al caer en la cuenta
todo fue una gran confusión
y yo amando estaba sola,
dando a la nada mi amor
como el mar."
(N. C.)


Me quedé esa tarde llorando sin comprender ni una sola palabra, me había portado bien, quería ser la niña buena que tanto me pedían que fuera. Después de desayunar todo sin renegar, después de aceptar el baño de agua fría sin lloriquear, me fui a jugar toda la mañana con mis muñecas para no molestar a mamá y además no ensuciarme el lindo vestido que me compró mi abuela. Antes de la comida hice un dibujo de mi papá trabajando en un divertido paisaje con sol, nubes y un arco iris, se veía muy contento.

Aún no terminaba de darle los detalles finales cuando él llegó, me apresuré a darle los toques finales, y bajé corriendo las escaleras gritando ¡PAPI! ¡PAPI! ¡TE DIBUJÉ!

Mas, mi emoción no pudo durar tanto, algo sucedía y él, me gritó ¡CÁLLATE! ¿QUE NO SABES QUE NO DEBES HACER TANTO ESCÁNDALO? ¡TE VAS AL RINCÓN CASTIGADA Y SIN COMER!

Ese día se me castigó injustamente y quedó impregnado en cada una de mis neuronas, yo era inocente, no tenía que pagar la condena que llevaba mi madre por hacerlo enfadar más de lo que ya venía por su problemas laborales. Seguí tratando de ser esa niña que todos querían, la niña bien portada, dulce, angelical y reservada que todos admiraban. El día del castigo pareció ejercer un fuerte impacto sobre mis acciones.

Crecí y nunca pensé que mi castigo sería repetido una y otra vez. Fui encontrando por el camino de mi vida hombres que como un acetato rayado me recordaban tal escena, no sé si de una forma más cruel, y cruel me refiero con palabras de dulce: ¡DEBEMOS TERMINAR ANTES QUE NOS ACABE EL TIEMPO! ¡NO LLORES! NO QUIERO VERTE LLORAR, NO QUIERO HERIRTE, y me repetía mi no culpabilidad NO ERES TÚ, SOY YO.

Hasta el momento no podía comprender que la respuesta siempre la supe, era culpa de... de... otra mujer. Pero me toca pagar los pecados ajenos y callar, a pesar de ser la menos culpable. Duele, en verdad duele que no se haga justicia, duele que la pague el inocente y el culpable huya con los ojos vendados para no ver sus estragos.

lunes, 5 de abril de 2010

Trapecista



Hoy es uno de esos días en los que la señora llamada justicia, anda más que con los ojos vendados, sí, tengo la sensación de que como no sabe a dónde va, se ha metido en tremendo lío y anda caminando por la cuerda floja disque haciendo equilibrio. A cada paso que da, sabe que la cagó, pero no tiene opción, debe continuar e intentar no caer. ¡Ah! pero la muy mensa, olvidó que en la balanza traía en juego mi licenciatura, el 70% de mi maestría, mis estudios de inglés y p'urhepecha, sin mencionar mi vanidad, egolatría y soberbia que ha dejado caer y sostuvo solamente las tarugadas inconclusas de esa individua. Ahora resulta que las mejores cualidades van a dar al caño gracias a su pusilánime afán de querer ir por la vida con los ojos cegados.

La justicia medirá el peso de la situación o persona, con su balanza y le dará crédito a lo que tenga mayor importancia, pero no ha de ver. Se le olvida que no puede salir a pasear así como así, o sucede lo que sucede, primero se salva a ella sin importar lo que le pase a lo que está midiendo en ese momento. Y realmente me siento muy enojada, le dio un porrazo a mi vanidad e hirió mi narcisismo del cual estoy la mayor parte del tiempo muy orgullosa. Desde tal altura me enterró en un hoyo que tuve que cavar yo misma por aquello de la caída libre y la gravedad. No sé, la neta a veces la vida es tan injusta que ni ganas de hacerle frente, el cansancio y el hastío podrían llevarnos a la ruina, ¿y qué? al final ya injusta justicia va a andar haciendo malavares y tirando lo que sirve para darle importancia a lo que no.