sábado, 24 de marzo de 2012

Calzada de los misterios




Despacio, mientras las notas revoloteaban por sus recuerdos, llegó a la Calzada De Los Misterios. Se detuvo revisando el papel donde había anotado el nombre de la calle para compararlo con la placa grabada en azul y blanco. "Esta es la calle", se dijo mientras daba los primeros pasos que recorrerían ese pavimentado camino.

Ya había escuchado de aquel lugar y tendría que llegar a la siguiente calle, esa era su meta. Aparentemente la calle estaba vacía, silenciosa hasta el cansancio. El corazón le latía con un cierto bit de emoción, pues acababa de entrar en la madriguera para perseguir al conejo blanco.

Lo primero que encontró fue una brisa húmeda, al parecer llovería aquella tarde entre algunos rayos de luz. La tomó como un aire de vida, primero de golpe y luego suave, cerró los ojos recordando que moría cada día suspirando, y eso era malo "Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace", así que aquella ráfaga debía ser aprovechada al menos para llegar a la siguiente calle.

Luego de mucho silencio y pasos vacíos, una débil melodía comenzó a tomar forma, " My way", como si las notas viajaran desde lejos y fuesen acercándose hasta sus oídos. El hombre de la armónica se hizo presente, sentado en aquel bote de metal, con su tez morena, con su chaleco de rombos y su boina negra. Ella no interrumpió, lo miró, lo admiró, lo escuchó hasta el final, soltó unas cuantas lágrimas después del último suspiro y lo vio desvanecerse lentamente, como cuando el viento arrastra la luz dejando una estela de sonidos "Les feuilles mortes".

Los misterios comenzarían a obstaculizar su ruta. Lo siguiente con que se topó, el carruaje de violetas que nunca le entregaron el día de su cumpleaños, detenido ahí, entre la jardinera, pintado artesanalmente, cubierto de violetas y jacintos azules. El aroma a flores que enjugaría llantos de amargura y soledad. Se evaporó aquello también.

Siguió caminando, nada más aparecía. Más adelante la calzada daba la impresión de ser interminable. Aparecieron entonces letreros que conducían hacia el Almacén.La curiosidad, como tal, no es y nunca será prudencia de mujeres, así que entró e hizo sonar la campanilla. "Dígame ¿qué busca? y aquí lo encontrará absolutamente todo". Aquello le hacía sentir poderosa, sin embargo... ¿tendrían lo que ella buscaba?...

- ¿Buscas deseos?"

- ¡No! De esos tengo muchos.
- Tal vez "ilusiones"
- Compré una vez y aún no termino de pagar, las ilusiones son demasiado caras ¿tendrá algo más barato?
- ¡Claro! aquí lo tenemos todo. Lo más barato de todo es esto...

Sacó de un dulcero de cristal medias lunas de chocolate.

- Son esperanzas, es lo más barato y lo más dulce para lo amargo de la vida.
- De acuerdo, tomaré una entonces... ¿cuánto me costará?
- Bueno, es lo más barato, así que... nada, las esperanzas son gratis.

Estiró la mano y sonreía nerviosa, ahora tenía una media luna de chocolate con sabor a esperanza.

- Una cosa más, cuando llegues a tu destino, estará cubierto de hiedra, no te detengas mucho o te enredarás en ella. Los consejos también son gratuitos.

Esto era definitivamente algo que no entendía, quizá tenía que ver con esa otra calle. Salió y siguió caminando.

El cielo se agarrotaba con nubes de lluvia y colores de sol. Al fin se podía ver el final de la calzada que remataba con algunos árboles cubiertos de hiedra. Contenía la respiración, fijaba la vista en el verde del arbusto, la lavanda crecía entre las grietas de la acera, se mecían indicando el camino. En la pared, la placa azul con blanco. "Por fin llegué". La calma yacía en sus ojos verdes que posaban fijos sus miradas en la placa " Boulevard Miguel De Cervantes Saavedra".

-Por fin llegué Cervantes ¿En qué parte de la historia me colocarás?

Acercó su media luna de esperanza a sus labios, escuchó por última vez la armónica que se escuchaba del otro lado de la calle, suspiró y siguió caminando, después de todo podría enredarse en la hiedra.







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