viernes, 14 de mayo de 2010

Luz



Después de la gran tormenta se asomaron unos débiles rayos de sol que atravesaron la herrería reflejándola en el piso y la columna. La luz era una leve esperanza que dibujaba figuras en el piso de mármol, quizá el frío pasaría pronto y se podría ver claramente el cielo que ahora era gris. Y se recostó en ese rincón como un ovillo a tomar el poco sol que quedaba de esa tarde helada. Le gustaba atrapar partículas de sol con la frente y un poco más con las manos mientras las campanas del templo resonaban su eco por todo el pueblo como si el tiempo no sucediera. Tan sólo un par de horas con la tibia luz entre las manos, que lentamente se desvanecían hasta quedar nada y la sombra le ganaba a proyectarse una vez más, borrando los dibujos de la herrería y le devolvía a su casa de piedra.

2 comentarios:

Borracho dijo...

Lo único mejor que una tarde fría y lluviosa es disfrutar el sol después de la lluvia, sobre la piel...

especialmente si abrazas a alguien...

Anita dijo...

así es, los abrazos son tan ricos como el solecito