Él era regordete, poseÃa un acento norteño que hacÃa parecer las "ch" como "sh", en lugar de expresar el famoso "¡qué padre!" solÃa decir "¡qué suave!" y llamaba soda al refresco. Su voz era tenue y ronca, sus ojos de color avellana, me gustaba verlos, tenÃan un leve reflejo de luz que se mezclaba con un tono aceitunado. Aquel niño poseÃa cierto encanto y era un tanto "pachorrudo" al moverse, ahora que se acercaba a la preadolescencia podÃa dejar salir el encanto masculino que algún dÃa poseerÃa.
Pocos años después lo volvà a ver, tal cual pensé, un chico regordete, sin duda más alto y con su mismo color de ojos, lo recuerdo reÃr, su tono seguÃa siendo suave, azul, asà era él.
¿Por qué me gustaba? No lo sé, simple y sencillamente era encantador, me ponÃa roja como con nadie me ha sucedido, sentÃa arder mis mejillas cuando por un segundo me miraba, si preguntaba algo yo tontamente debÃa decir "¿Qué?", lo que me daba aún más pena. SolÃa pasar por su casa, pensar en su voz y en las veces en que tocaba la guitarra, también tocaba la baterÃa, tal vez, pero tal vez si hubiese sido valiente le habrÃa pedido que me enseñara a tocar.
Nunca nada más sucedió, ahora, lo llevo en mi mente como un recuerdo en la sala de su casa y debajo de la escalera. Ha pasado ya mucho tiempo.
Pero nada, NADA en este mundo se va a comparar como el recuerdo de su beso efÃmero en la punta de mi nariz años atrás cuando eramos niños. Era la puesta de sol, se veÃa rojo y oscuro, como una pelÃcula escalofriante, sus padres estaban listos para cerrar el camión de la mudanza. Todos se despedÃan, se daban abrazos y se deseaban suerte, a él algo le urgÃa que le escucharan los adultos, gritó: ¡¿Me puedo despedir de Anita?! El silencio fue hasta cierto punto desconcertante, puesto que era una despedida, su padre le dijo: Bueno pero pronto que ya nos vamos. Y fue cuando sucedió, dió un paso al frente y se acercó y me tronó el beso.
Ese fue el primer beso que me dió un chico, puedo decir que el más celebrado, pues los adultos se quedaron tan sorprendidos como yo, sólo que ellos hicieron mucho alboroto para celebrar que a su hijo le gustaban las niñas y que era todo un cazanova. Nadie, me ha vuelto a besar la punta de la nariz y no creo que nadie lo haga porque fue el beso más espontáneo que se haya podido dar y del que jamás me olvidaré.
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