miércoles, 14 de octubre de 2009

Un beso en el frío



Estaba sentada en la barda del mirador, o algo así daba al barranco del cerro y entre la oscuridad solo se podía observar la punta de los pinos algo iluminada por la poca luz del lugar, hacía mucho frío, el aire calaba la médula de los huesos que traspasaba el abrigo de borrega que llevaba. Pero en aquel presciso instante no importaba, en aquel alejado lugar de la civilización y con las cabañas a unos 50 metros de distancia ni el ruido de los chicos que hacían semejante relajo podía obstruir aquel embelesamiento. Miraba aturdida aquel montón de estrellas que normalmente no veía en la ciudad, la piedra de la barda comenzaba a molestarle un poco así que se recostó sobre el borde. El panorama espacial era aún mejor, daba la impresión de estar perdida en el espacio; silencio, frío y todas aquellas luces entre el negro de la noche, hasta vio unas cuantas estrellas fugaces, las que en un segundo la distrajeron con una sonrisa.


-Estás helada.


Y de pronto, algo humano la volvió a la realidad cuando sintió el calor por su mano blanca y mortuoria. Sonrió a su visitante.


-Sabes que soy muy friolenta.


-Lo sé, por eso vine. Pensé en encontrarte hecha paleta.



- ja ja ja ja muy gracioso.



-Bueno y ¿puedo sentarme? ocupas toda la barda ahí acosatada, yo también quiero ver el cielo.


Le hizo espacio, y sólo por un instante su mano volvió a ser fría. Se hizo el silencio, y los dos observaban el cielo estrellado. Calleron unos meteoros y sonrieron, los dientes y los labios también se les congelaron, una sonrisa congelada, ¡qué ironía! Ella comenzó a tiritar de frío, la madrugada se hacía más cruda, y sin embargo, ahí seguían.


- Estas temblando.


-Lo sé, hace mucho frío.


El pasó su brazo entre su espalda y la cintura y la acercó hasta su torso, y en automático se amoldó su hombro a la cabeza de ella. Hubo más silencio.


-Oye



-Dime



Se acercó aún más hasta su blanca cara, quedaron de frente y se miraron de algún modo entre aquella oscuridad, la pequeña sonrisa de aquella luna creciente parecía hacerse llena en un segundo, los ojos oscuros de él y los ojos claros de ella se mezclaron entre el gélido clima, salía el vaho de sus bocas. Él le revolvió el cabello con el corazón hasta que sus labios fríos se acercaron a aquellos labios rosa pálido, y como si fuera cosa de mágia, mmm... sabían a fresa.



Se cayeron las estrellas sobre la tierra, unas más se apagaron, y otras pues... quién sabe, porque ella ya no tenía frío y él también vio las estrellas.