lunes, 29 de agosto de 2011

Fuiste mio... porque quise.




Una vez tuvimos sexo por gastarnos las ganas que se tienen cuando hace ya mucho tiempo que no tienes una pareja. Así quedó, como un encuentro fugaz carente de importancia emocional y mucha necesidad biológica.

Recibí un día una invitación tuya como en muchas otras ocasiones, una película nueva, además debía actualizarme por aquello de que se me olvida ir al cine y hacerme cinéfila mínimo de los refritos de la televisión. Ese día tenía ganas, no sólo de sexo, sino de sexo contigo. Todo el plan se armó en mi mente en unos breves instantes, buscaría algo más que eso, necesitaba cercanía de alguien conocido, y ¿quién mejor que tú para una segunda vez?

Es bien sabido que los hombres no pueden resistirse a las piernas desnudas, así que me puse una minifalda y usé lencería entre atrevida y tierna, no debías sospechar. Botas de tacón alto y un abrigo tejido largo que marca la zona del busto. En sí, no era muy glamoroso, pero las piernas a la vista no dejarían escapar la ocasión. Mi plan dio resultado, me viste entrar y tu mirada no pudo disimular por unos segundos y comenzaste a preparar la película, cerraste las cortinas, ajustaste el audio, yo me quité el calzado y como siempre, nos sentamos en tu cama. Los minutos transcurrían, era un largometraje intenso, algunas escenas eróticas me encendieron, quería respirar como si fuese yo la protagonista, en cambio me aguanto y me recargo en tu hombro, me abrazas, siento cómo late tu corazón, siempre te delató; y mis piernas jugaron su mejor carta, toqué un poco tu pierna, la abracé, dudaste, por fin un roce de tus dedos recorrieron un poco en esa piel que mostraba.

Cuando terminó, hice una observación acerca de las escenas sexuales, discutimos sobre la seducción, caíste. Crucé mis piernas perpendicularmente a las tuyas y te pedí que me abrazaras, duramos así la mitad de los subtítulos hasta que la oscuridad nos llevó al beso, un beso dulce, largo que poco a poco nos llevó a explorar las piernas, el pecho, el cuello del otro. Te recargaste en la pared y yo quedé encima de ti, poco a poco la ropa misma comenzó a estorbar. Me quitaste la minifalda y yo te quité la playera. Así pasó después mi blusa y tus pantalones. La temperatura subía, pasabas tus dedos como un collar de perlas sobre la piel de mi cuello siguiendo el camino de mis pechos, mi abdomen y dibujabas el contorno de mis panties. Había algo que te gustaba hacer, bajar lentamente los tirantes del bra. Si había algo erótico para ti, era ver el tirante resbalándose lentamente por la piel del hombro, como si desnudar el hombro de una mujer equivalía a desnudarla entera.





¿continuamos?... No tengo preservativo... No importa yo tengo ( ese era mi plan ). Por primera vez fuiste mio por completo... porque quise.

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