jueves, 19 de enero de 2012

Fresas en almíbar


Fue al medio día cuando Samael la encontró en la cocina comiendo directamente del frasco de fresas en almíbar, la tentación de acariciar su nuca y el escote hasta media espalda con su mano fría era tan deliciosa como delicioso era observarla comer fresas y chuparse los dedos.Él, como amo y dueño de la casa podía hacer lo que se le viniera en gana y como siempre, cumpliría su capricho. Se acercó lentamente y la tomó por la cintura para susurrar a su oído en el tono más corroído: "serás mía". Sisel casi derrama el almíbar sobre su vestido del susto, aquél dulce ángel se veía aún más apetitoso con su cara de susto.

Samael salió de viaje y compró una casa, los terratenientes pueden comprar lo que quieran. Ahí, lo planeo todo, absolutamente todo. Lo poseía una maldad endemoniada, lujuriosa, perversa, maldita. Ese ángel iría derechito al infierno, lo atraería como mosca a la miel y después ¡Zap! la aplastaría con el mismo placer de desollar a un cerdo. La trampa estaba lista, pasaría de sirvienta a amante, de tentación a carnicería. La mandó llamar con el pretexto de hacerse cargo de su nueva adquisición, nadie cuestiona las órdenes del amo, así que las sospechas también se disiparían.

La convirtió en la dueña de la casa, le ofreció joyas, vestidos y un docel. Un docel de lujuria donde se encerraban luchas carnales cada vez que a él le apetecía comérsela igual que ella comía sus exquisitas fresas. Le apetecía poseerla, le apetecía romperle el cuello y succionar su alma enardecida de pecado. Le apetecía también entregarse a la rosa y a su suavidad, a su perfumada y embriagante boca de fresas. a sus ojos taciturnos ya perdidos, a su blanca piel a sus cabellos de seda marrón, al poder hipnótico de lo que es una mujer.

La sorprendía y la condicionó como perro fiel, le dio el almíbar primero, la fruta venía en bandeja de plata después de someterla a sus perversos placeres. Ella tomaba con su mano las fresas en almíbar y las
deboraba como una bestia hambrienta, el almíbar le escurría de la boca cual vampiro le escurre sangre. Samael seguía disfrutándola, mas se acercaba la hora, la hora de dejarla sin alma, la hora de entregarla al infierno. Sin embargo lo que seguía no se lo esperaba y es que no recordó jamás que una mujer es mucho más poderosa que el mismo Diablo en persona, que incluso él, tuvo que valerse de una mujer para guiar a la humanidad a su perdición.

Llegó el día, montado en su mejor caballo azabache con la mirada desorbitada,la respiración agitada y la sonrisa retorcida en maldad, al entrar en su casa encontró la mesa de marfil cubierta de porcelana llena de fresas en almíbar, su ángel Sisel lo recibió como un Dios y le dijo -Hoy debe ser un día especial cenemos primero. - Muy bien, juguemos, me gusta cuando obstaculizas mi camino hacia ti. Dijo él. Llegó el momento la tenía nuevamente en su docel mientras decidía la mejor escena pictórica para dejarla muerta y admirarla hasta que se pudriera. Pronto se acercó a sus carnosos labios llenos de dulce y a su contrastante piel blanca para que quedara junto a su piel oscura, pronto comenzó a sentir que le faltaba el aliento, surcos morados le abarcaban el rostro desde la boca hacia las sienes y hacia el cuello. Envenenado, muerto por su propia creación, por algo más que un demonio: una mujer.

Fue al medio día, sentada con los mejores modales, observa el cuerpo inerte de Samael tendido en la cama, roído por el químico, con sus ojos desorbitados y su piel grisasea. Se levanta y abre la ventana, toma la cuchara de plata y su plato de porcelana para comer elegantemente sus fresas en almíbar mientras deja ver su tentadora nuca y el escote hasta su espalda.




A petición para: "las Perras de Thalía que dejó por encontrar asiáticas"

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