jueves, 4 de marzo de 2010

La sombrilla roja




Se dedicaba a vagar por la playa y por el pueblo, nada hacía realmente, excepto llegar cada atardecer y colgar su sombrilla roja en la entrada de su casa, salía con ella a diario, a veces por si hacía sol, otras por si llovía o por la simple costumbre de llevarla consigo a donde quiera que fuera. Álvaro había entrado en una edad donde su espalda se encorvaba y su cabeza palidecía por los años entre canas y la calva que le heredó a su padre. Vivía solo en ese casucho de piedra y con un montón de objetos empolvados que indicaban que alguien alguna vez le dio vida a ese lugar tan acabado. Algunas veces él mismo veía que la fachada daba la impresión de que en cualquier momento se derrumbaría. Tal vez, algún día, durante la noche se le caería la casa encima.

A pesar de pensarlo, tampoco le importaba mucho; morir sin duda bajo los escombros del lugar que le ha albergado durante tanto tiempo no le aterraba. Y ¿Cómo aterrarse de que una casa le cayera encima, cuando su infierno lo vivía en carne propia desde hacía muchos años atrás? Álvaro ya estaba muerto, caminaba una condenada soledad por su propia culpa y ahora no tenía más que una casa vieja y una sombrilla roja. Pasando los días en silencio, sin una persona que le llame, le visite o le escriba, de puro milagro sobrevive. No se sabe qué espera, qué desea, que hace, con quién se emparenta.... nada.

Allá a lo lejos en medio de las calles de la colina se ve su hogar roto, abandonado, descuidado, muerto como él, sin más vida que el color que irradia su sombrilla colgada en la pared de la entrada, se le ve al viejo colgarla y entrar en su refugio a esperar que un día se derrumben las paredes y le salven de la agonía para morir en el encanto y abandonar su desencanto de vida, su propio abandono y descuido, su intenso orgullo por la vida de ermitaño. Camina el viejo con su sombrilla roja, que usa a veces de bastón y desaparece por las calles en su rutinaria y obsesiva caminata, se le ve regresar al atardecer y esperar una vez más el infierno de despertar con vida.

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