domingo, 4 de julio de 2010

Brisas



Fue una mañana al despertar que sentí su presencia, una brisa de verano entre fresca y tibia. No he sabido describir exactamente lo que sentí en el silencio del nuevo día: unos brazos rodeándome, unos labios posándose en mi hombro, mmm... lindo. Era la figura de la realización, la ternura de la naturaleza y el lago que nos rodeaba. Fue como cuando estaba en aquella ocasión en Acaplulco, en el décimo piso aquella noche de verano, la brisa del mar se llevaba aquello que tenía que salir, una noche que me arrulló con el murmullo de las olas de Acapulco, el viento salado de aquella noche invitaba a respirar sus caricias.

En esta ocasión yo había respirado sus caricias, la brisa del lugar no era tibia ni salada, sino dulce y fría, refrescante, se despertaba por el canto de las aves y unos cuantos rayos de luz que se colaban por las rendijas de la madera. Brisas tan dieferentes y tan iguales, él calentaba con su vaho el aire que yo respiraba, dejaba tibios mis brazos, era entonces como estar en la playa aquel verano.

Eran brisas, mis brisas, ambas refrescantes, la única diferencia es que la brisa de la playa, además de su salado húmedo añadía soledad. La brisa del lago era fría, dulce y tenía su compañía.

2 comentarios:

Borracho dijo...

Que rico. Se antojan momentos así...

Anita dijo...

molto