miércoles, 15 de septiembre de 2010

Palabras




Sentada en la penumbra, meditaba, pensaba en ti, y me pregunto ¿dónde estás?. Es complicado pensar y adivinar, es complicado poner en palabras esto que siento. Enciendo una vela para apaciguar el alma de madrugada en medio del silencio nocturno. Veo la flama, alumbra mi cara y mis manos, me da calor y se acuna mi corazón. Así como el fuego consume el pabilo, se consumen mis ganas de escribir.

Me llaman la tinta y el papel, recibo de ellos su invitación a deshojar palabras y deshebrar oraciones. Se desgarran mis lóbulos al ritmo del rasgueo del blanco en la hoja, la noche en vela para aliviar mis lágrimas de desconsuelo, se vierten sobre el papel y se mezclan con el color negro, se deslizan sobre mis mejillas al igual que la cera líquida sobre sí misma. Se secan los surcos de sal al finalizar mis letras y te encuentro en una ausencia colocada en palabras, palabras que no sé si volverán, que han dejado su huella como tu olor en mi almohada.

Y al final, cuando el alba se asoma en un rayo de esperanza, mis hojas llenas de palabras se transforman en rosas, la corola de un libro que aromatiza el jardín de mi librero; una rosa de palabras nacida en la madrugada. Irreprochablemente matizadas de galanería que prefiero arrancarle las "a's" para que sean ilegibles e inconexas. Me arrulla finalmente la luna que mengua reflejada sobre la vidriera y me adormece el primer rayo de sol, al día he de olvidar mis palabras. Habrán quedado enterradas las epístolas que te dedico, aquellas que nunca envío, aquellas que deberías leer de vez en cuando, aquellas que tus ojos claros acaricien, aquellas que tampoco se han escrito pero que salen a la vez que hablo invocando tu nombre. Palabras que son de ti y para ti, palabras que me digo a mi para responder dónde estás.

1 comentario:

Borracho dijo...

Personas como tú y yo encontramos un aliado perfecto en las palabras, las construcciones gramaticales, las metáforas, la rítmica, la métrica y los hipérbatons...

Somos afortunados, la mayoría de las veces, porque esa misma bendición nos vuelve más intensos, por tanto, los sentimientos se potencializan y, por tanto, el dolor...

Buen post. Muy bueno.