martes, 1 de diciembre de 2009

Martes de ritual


La peor manera de olvidarte es no olvidándote. Cada martes se ha vuelto una misa para recordarte, sí, aquí en la misma calle en la que cada semana espero.


Se ha vuelto un ritual ver las nubes en el trayecto, de cuando en cuando me acompaña la luna, ver pasar los coches es toda una letanía, no me hinco, ni te adoro, sin embargo de vez en cuando miro con plegarias al cielo para poder recordarte. A veces, te siento en el viento, o presiento que aparecerás en cualquier momento.


Es una obsesión, mi terquedad quizá, mi bolero de Ravel.


Y, es que no hubo certeza, quiero despertar y llevar a esa cima mi meta, mi deseo contigo. Que el sueño se vuelva realidad.


La realidad me da de topez cada que puede amarrárme los pies a la tierra. Creo que finalmente comprendí que eres mi inspiración, quien me deja los sentidos exaltados y sensibles.


Escribo cuando me haces padecer. cuando me enciendes la luz con tu nombre, cuando estás ausente y cuando estás presente. Cuando veo tu espalda desnuda en medio de tanto alboroto y te deseo. Eres mi deseo jamás cumplido, mi estrella fugaz. Y cuando creo haberte alcanzado, ya has desaparecido.


Y te deseo aún más cuando estás ausente. Loca de deseo no duermo pensando en que debo alcanzarte a pesar que nunca lo haré. Tu vives en el cielo, yo en la tierra. Eres éter y fragancia intangible, mis deseos y mi imaginación mezclados con dulces fantasías de besos y caricias imposibles.


Y así ¿cómo olvidarte? si cada semana te recuerdo. Cada día comprendo, y comprendo por qué no debes estar aquí y que es mejor porque en mi mente te deseo y te creo en cada instante que te pienso. Tal como te imagino, tal como me gustas, tal perfección que me enloquece pensar si pensará algún día en mi, tal como me inspira cada martes en la misma calle en que espero.

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